martes, 12 de noviembre de 2013

LITERATURA Y PARALITERATURA

A tenor de lo expuesto en el módulo docente, la diferenciación entre literatura y paraliteratura resulta clara y bien delimitada.
Por un lado tenemos la literatura, que es “el arte que utiliza las palabras para manifestarse”, y cuyo “objetivo primordial” es “el arte en sí, la creación de un objeto artístico”.
Por otra parte, tendríamos la paraliteratura, cuya función principal sería la de moralizar, enseñar o adoctrinar de algún modo.
Esta diferenciación se manifestaría de un modo muy obvio en los distintos textos destinados a los niños creados o recopilados desde la Edad Media hasta el siglo XIX. En todos ellos, ya se trate de exemplarios, cartillas, oraciones, cuentos o fábulas, se expone, sin ningún tipo de “pudor” por parte de los autores la intención moralizante o didáctica, con lo que la obra no se presentaría como un objeto artístico en sí, si no como un producto que se serviría de las formas y las maneras del arte para alcanzar un objetivo distinto.
Sin embargo, ¿qué sucede si centramos nuestra atención en la literatura infantil y juvenil actual? ¿Están los límites tan claros y bien delimitados?
Estos límites sí serían nítidos al distinguir textos de carácter divulgativo (científico, histórico, etnológico, etc.), historia novelada (no confundir con literatura histórica, género que contextualiza un texto literario dentro de un determinado entorno o momento de la historia, pudiendo aparecer situaciones o personajes reales, pero incluidos en un marco de ficción), biografías (ya sean de personajes del pasado o actuales) o cualquier otro subgénero que utilice las herramientas de la ficción para fines didácticos. Así, podríamos identificar a la literatura con la ficción y a la paraliteratura con los textos que no lo son.  
Sin embargo, algunos expertos, como Gemma Lluch (Profesora Titular de Universidad del Departament de Filologia Catalana de la Facultat de Filologia, Traducció i Comunicació de la Universitat de València, Doctora en Filologia y Premio Extraordinario de Doctorado de la Universitat de València, colaboradora con el Máster de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil del Cepli-UCLM, el Máster propio en Lectura, libros y lectores infantiles y juveniles de la Universidad de Zaragoza y el de Fomento de la Lectura y Literatura Infantil y Juvenil de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Fundación La Fuente), experta en la cuestión, y que lleva años dedicada al estudio de la ficción para niños y jóvenes, en su ensayo “Como analizamos relatos infantiles y juveniles” (Norma Editorial, 2004), va un paso más allá y califica de paraliteratura a la ficción de carácter “comercial”, en la que se englobarían sagas del tipo “Harry Potter” y similares. Además, propone una nueva subcategoría que podría calificarse de paraliteraria a la que denomina “psicoliteratura”, y en la que los autores crearían ficciones para niños y jóvenes que promueven códigos de conducta considerados positivos para la sociedad (en esta categoría incluye a autores tan renombrados como Jordi Sierra i Fabra).
En ambos casos, creo que se ha ido demasiado lejos. La calidad literaria de una obra no puede ser una vara de medir que marque los límites de lo que es o no es literatura. Además, la intención de la editorial en cuestión (sea la que sea) será, digámoslo sin tapujos, siempre la de obtener beneficios con la venta de los libros que decida publicar. De este modo, la apuesta por una obra en función de las posibles previsiones comerciales no ha de menoscabar el valor artístico de la misma, ya que la intención del autor, en mi opinión, irá siempre más allá de la meramente mercantilista. Si no, según las tesis de Lluch, nos encontraríamos con una especie de inquisición literaria que penalizaría el éxito comercial de una obra. Como ejemplo, podríamos remitirnos a la segunda parte de “El Quijote”, cuya escritura fue promovida por motivos comerciales, fundamentados en el éxito de aceptación de la primera parte de la obra. Y no creo que nos atrevamos a colocar la obra cumbre de Miguel de Cervantes, y para muchos de la literatura escrita en castellano, fuera del ámbito de la literatura.
En cuanto al segundo grupo de obras que Lluch considera no estrictamente literarias, se nos plantea el siguiente dilema: tendríamos que considerar paraliteratura a todas aquellas obras que no resultaran clara y meridianamente contestatarias, rompedoras o revolucionarias.
Todo esto me lleva a la siguiente reflexión: ¿Están tan claras las líneas que separan la literatura de la paraliteratura?
Según la definición que se propone inicialmente, el arte no puede ser entendido más que como una consecuencia de sí mismo. Tendríamos que ceñirnos pues a la expresión “el arte por el arte”. Quedarían fuera de las categorías artísticas todas aquellas producciones creadas o ideadas para trasmitir un mensaje distinto al meramente estético (ya sea este plástico, poético, musical, etc.). Siendo así, no podríamos considerar arte al "Guernica" de Pablo Picasso, ya que la obra fue creada como denuncia del atroz bombardeo de la localidad vizcaína, ni tampoco podríamos considerar una obra artística la novela de George Orwell “1984”, que fue escrita para denunciar la deshumanización y la vileza de la represión y el férreo control individual que imponía el régimen del dictador soviético Iosif Stalin. Y así podríamos seguir.
Entonces, ¿qué conclusión podemos sacar de todo esto? Tal vez que la línea que separa la literatura de la paraliteratura no sea tan clara ni tan bien delimitada, por lo menos si hemos de aplicar las definiciones de ambas a la literatura moderna y contemporánea.

  

1 comentario:

  1. Uffff ¡que deja vú!!!:D

    Desde luego se nota que el tema te interesa, te preocupa y, obviamente, te apela. :)

    Veo que te has metido de lleno en el tema y realmente mi intención, durante los años que llevo enseñando didáctica de la literatura, es simplemente que los maestros sepáis diferenciar los textos que claramente están escritos para enseñar contenidos curriculares de forma lúdica y los que tratan de inculcar esos grandes valores morales que los adultos esperamos de los niños (como la generosidad, la obediencia, el respeto a las normas, etc...) de los textos puramente literarios cuya principal intención es la estética aunque, POR SUPUESTO HAYA OTRAS. Básicamente: no instrumentalizar la literatura haciéndola funcional sino respetar su carácter artístico.

    Yo misma he escrito en el módulo y he comentado varias veces en clase que, obviamente, la literatura enseña, como todo en la vida y que, a través de ella se transmiten formas de entender la vida, formas de enfrentarse a las situaciones, formas de relacionarse con los demás y, por supuesto, valores.... aunque no es lo mismo la paraliteratura moralizante cuyo único objetivo es el de inculcar un valor moral que el hecho de que, leyendo un libro, juzguemos la actitud de los personajes y descubramos nuestras propias carencias o nuestras propias "bondades".

    La literatura en el aula debe ser algo que los niños descubran gracias a nosotros y que les invite, también desde nuestra mediación, a descubrirse a sí mismos. ¡Una maravilla, vaya! Es la mejor forma de amar la literatura: establecer con ella una relación de intimidad que no suele favorecerse porque se prima "lo que el libro cuenta" sobre "lo que el libro NOS dice". Y he sido muy generosa usando el verbo "primar" porque, en muchos casos es lo único que se trabaja en los coles.

    Una investigación muy interesante, desde luego. No has puesto etiqueta, pero entiendo que no es el artículo del bloque 1 porque solo has tocado uno de los aspectos que se trabajan en este tema... así que te la anoto como voluntaria.

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