lunes, 7 de octubre de 2013

                     

Viví así, solo, nadie con quien poder hablar verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve
una avería en el desierto de Sahara. Algo se había estropeado en el motor. Como no llevaba conmigo ni 
mecánico ni pasajero alguno, me dispuse a realizar, yo solo, una reparación difícil. Era para mí una 
cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía agua de beber para ocho días. 
La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del lugar habitado más 
próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi 
sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía: 
— ¡Por favor... píntame un cordero!

2 comentarios:

  1. El principito.... una excelente elección para estrenar blog :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El paradigma del pensamiento divergente. Y ¡Qué sería de nosotros sin la divergencia!

      Eliminar