lunes, 13 de enero de 2014


Creación literaria

En mi opinión, la creación literaria es la gran asignatura olvidada por el sistema educativo español. Y no debería ser un asunto circunscrito al área de lengua, ya que las habilidades narrativas son necesarias en todos los ámbitos (para redactar pruebas evaluativas escritas, ser capaz de exponer con concrección cualquier tema académico, etc.). Sin embargo, ahora nos dedicaremos exclusivamente a la creación dentro del ámbito exclusivamente literario.
En primer lugar, y coincidiendo plenamente con lo que se expone en el módulo docente, ¿qué es eso de mandar a los niños que hagan una redacción de tema libre? ¿Será válido entonces que nos presentasen el manual de uso de una taladradora? ¿O un informe postoperatorio detallado? Ciertamente, sí. Pero si lo que queremos es que escriban un cuento, una narración o relato corto, una descripción de un paisaje o una argumentación ética, tenemos que pedirles exactamente eso.
Pero como maestros podemos seguir metiendo la pata: después de exigirles esta redacción, la evaluamos y la calificamos como si de una prueba objetiva se tratase. Podemos, ya puestos, evaluarles según la ropa que lleven, el corte de pelo o la música que les guste.
La creación literaria es una poderosa herramienta para desarrollar la imaginación, la creatividad, el uso ágil y polivalente de la lengua y muchas otras clases de aptitudes relacionadas con la organización, estructuración y desarrollo de ideas y procesos intelectuales.
Os planteo lo siguiente: pongamos una nota a la “pequeña música nocturna” de Mozart, o la tortilla de patata de nuestra madre, o al canto de un pájaro o, por qué no, al primer garabato de un niño (¡ostras, voy a parar, que me está recordando a un anuncio de compresas!).
En fin, que el acto creativo, como tal, no puede evaluarse. Podría intentar evaluarse, aunque no sé muy bien como, la correcta utilización de los tiempos verbales, su concordancia, la riqueza léxica, el buen uso de las reglas gramaticales, la corrección ortográfica, etc.; pero así no estaríamos evaluando la creación. Sería como evaluar a un cocinero por el buen estado de sus pucheros y sartenes o por el tamaño o variedad de las hortalizas de su despensa.
Lo que yo pienso al respecto, y que durante la realización de las prácticas he tenido la posibilidad de llevar a cabo (lo reflejo en la actividad de creación, en el apartado de narrativa, en el que os enseño algunas muestras de nuestro libro “Relatos del mar”, así como el ejemplo que yo propuse), es que hay que fomentar la creación literaria, cada vez que se tenga ocasión y sea oportuno y, si no se tiene ocasión o si no es oportuno, pues también. Y una vez que los productos de esta creación literaria lleguen a nuestras manos, darles un uso digno (como hacer con ellos un libro recopilatorio, o un mural, o lo que se os ocurra) y, si queremos que los niños aprendan algo de ello, leer los textos en voz alta y, siempre partiendo de que lo que han hecho está BIEN COMO ESTÁ (somos maestros de primaria, no editores), y si lo consideramos positivo, comentarles alguna otra posibilidad de cómo haber desarrollado la narración. Porque lo importante de la creación es, si lo que queremos es hacer de ello un proceso de aprendizaje, el propio acto creativo. El producto resultante está bien como culminación; pero, si he de ser sincero, y esto os lo digo como escritor, de lo que realmente se aprende, lo que nos hace crecer creativa y personalmente, es el proceso, la gestación y el parto de la “criatura” que, una vez “fuera de nosotros”, puede resultar un ente curiosamente extraño.
De este modo, también hay un vicio contra el que tenemos que luchar: el de la autocomplacencia. No hay que permitir un exceso de apego del autor (en este caso el niño) al texto escrito. Muchas veces esto resulta contraproducente, y no impide avanzar, aprender o evolucionar como creadores. Está muy bien que el niño se sienta orgulloso de lo que ha hecho; pero actuemos para que no repita fórmulas, que el proceso creador no se convierta en una mera gestión de automatismos. Debe arriesgarse, tirarse al charco, navegar en aguas turbulentas o, sencillamente, jugársela cada vez que se enfrenta al papel en blanco. Si no lo hace así, la creación se convierte en repetición y, por lo tanto, en un acto vacío y falto de sentido.
Permitidme un ejemplo de esto: hasta hoy he escrito cinco novelas juveniles (dos publicadas, dos en proceso de lectura por parte de las editoriales y una durmiendo en un cajón) y ninguna tiene nada que ver con las otras (ni en el tema desarrollado, ni en la estructura de la obra, ni en el patrón escogido para los personajes principales, ni el momento histórico, ni el lugar en el que se desarrollan). Y tengo que decir que, cuando comencé a escribir cada una de ellas estaba absolutamente “acojonado”, con lo que realmente pude disfrutar de ello. Parece incongruente; pero así es.
Así que hagamos que los niños escriban, que se enfrenten al papel en blanco, que se arriesguen y que, sobre todo, disfruten de hacerlo.
A pesar de todo lo anteriormente expuesto, sí que es necesario manejar una serie de estrategias concretas para facilitar al niño el proceso de creación, y no se pierdan por el camino.
En primer lugar, si queremos que el niño cree en una dirección concreta, tenemos que facilitarle ejemplos adecuados. Y, para que vea que la creación no es un objetivo inalcanzable, seamos los propios maestros los que produzcamos estos ejemplos. En esto tengo que disentir de lo que se plantea en el módulo docente, puesto que no estoy a favor de que les mostremos producciones de índole “profesional” ¿Cómo podemos exigirles que escriban un cuento, o un poema, si nosotros no somos capaces de hacerlo? Así que, ¡a escribir todos!
 Para la creación de textos en prosa es conveniente que el niño maneje un lenguaje que le resulte cotidiano, si bien no debe caer en una reproducción literal de fórmulas coloquiales. Así mismo, también debe tratar temas que le resulten familiares (no por ello deben estar exentos de imaginación, ni se le debe privar de la posibilidad de desarrollar mundos propios), teniendo en cuenta que en el mundo del niño se mezclan con absoluta naturalidad lo usual y lo mágico, sin que en ello encuentra nada extraño (un niño que comprende perfectamente que Bob Esponja no existe en el mundo real, como tampoco existen Superman o Harry Potter, no se plantea el problema logístico que supone que en el salón de su casa se presenten cada 6 de enero los tres Reyes Magos con sus correspondientes pajes y camellos). Partiendo de esta premisa, no debemos coartar la libertad creativa del niño, aunque si debemos enseñarle a ser coherente y a aceptar los límites que a veces se le imponen, sabiendo sacar el máximo partido de ellos y, si es posible, flexibilizándolos al máximo, ya que, como he dicho antes, creo que en la repetición de fórmulas aparentemente exitosos no encontramos más que hastío y, por consiguiente, desinterés y abandono.
Lo que si es necesario inculcarles es la necesidad de plantear el trabajo a realizar como un proceso estructurado y complejo, en el que hay unos pasos que seguir (los que sean, ya que tanto podemos plantear un esquema rígido de trabajo como dejar que cada uno construya sus propias fórmulas), y en el que es necesario ser exigente con nuestra propia labor creativa, teniendo muy en cuenta que sin esfuerzo (y no planteo este término desde una perspectiva negativa) no es posible construir nada (como dijo Picasso, “si viene la musa, que me encuentre trabajando”).  
El niño tiene que aprender a auto corregirse, a no dar lo primero que se le ocurre por bueno (aunque a veces comprobamos que la idea inicial es lo mejor que sabemos hacer) y a ser pulcro, tanto desde un punto de vista material como conceptual.
Hay que ayudarle también a comprender que encariñarse con una aventura en concreto, con un personaje o con un párrafo o una frase puede ser muy contraproducente (en muchas ocasiones el escritor se encuentra con que su propio ego es el peor enemigo de la creación).
Sin embargo, y dado que los niños están dando sus primeros pasos en la producción literaria, es muchas veces conveniente facilitar el proceso mediante la utilización de recursos estructurados, que les impiden en gran medida ahogarse en el inmenso mar creativo que les proponemos. De este modo son muy recomendables las fórmulas productivas, como puedan ser las propuestas en los apuntes de la asignatura: conjuros, horóscopos, historias mudas, cadáveres exquisitos, historias en primera persona, cuentos al revés o, y estos son mis favoritas, las propuestas por Rodari, como son el “binomio fantástico” o la “hipótesis absurda”.
Un par de ejemplos de producción propia:

-Binomio fantástico: (Trucha-musulmán)
“Esta es la triste historia de la trucha musulmana que, después de toda una vida respetando los preceptos del Corán, fue pescada y cocinada a la navarra”.

-Hipótesis absurda:
“Cuando los tomates decidieron dejarse barba, la lechuga no tuvo más remedio que comprar crema facial hidratante. Y, desde entonces, tomarse una buena ensalada y tener pelos en la lengua resultaron hechos indisociables”.

También recomiendo, y un poco en la línea de los cuentos al revés, la actividad “rebelión de los personajes”, un ejercicio que he practicado editorialmente en el libro de próxima publicación “Escapar de un cuento” (escrito en colaboración con Concha López Narváez para Ed. Anaya).

En cuanto a la creación en verso, hay que tener muy claro que la poesía es mucho más que rimar (de hecho, actualmente, en el mundo lírico eso de rimar está muy pero que muy mal visto), y que tiene más que ver con el ritmo, la musicalidad del lenguaje y el juego verbal. En este sentido, tanto el niño como el maestro deben perderle el miedo al verso, y dejarse llevar por él.
Es muy interesante y apropiada la secuenciación de las estrategias que se plantea en el módulo docente. Así, se parte de lo más sencillo (comparaciones), se continúa por juegos verbales como trabalenguas, adivinanzas y pareados (ya que, a pesar de que no haya que ceñirse ni entregarse al vicio de la rima, tampoco es desdeñable ni censurable, sobre todo como ejercicio lúdico y espontáneo), las letanías, los acrósticos, los caligramas, poemas de carpeta, de repetición, de preguntas, de encadenamiento, de traducción fonética, etc.
Además de todo esto, me gustaría proponer algunas estrategias más:

 -Sería interesante el desarrollo, de modo transversal con el área de plástica, de poemas visuales que, si bien no son creaciones literarias al uso, si desarrollan la creatividad del niño, además de su capacidad de abstracción y conceptualización, además de ser una excelente gimnasia intelectual.





















-Otra actividad que puede resultar divertida es la creación de poemas en un idioma inventado, con lo que, al no establecer ninguna relación de significado, los niños tendrán que trabajar exclusivamente con el ritmo y la musicalidad del verso.

Además de todo esto, también considero enriquecedor el facilitar el acceso a los niños el conocimiento del “haiku”, creaciones cortas de origen japonés  que tal vez les resulten de difícil comprensión; pero que en su extensión, en su estructura y, sobre todo en su sensibilidad, podrán servirles como modelo de creación. Aquí dejo algunos ejemplos, tanto de autores japoneses como de otros que han elegido utilizar esta fórmula:



Pasó el ayer,
pasó también el hoy,
se va la primavera 

Yosa Buson



De no estar tú
demasiado grande
sería el bosque

Kobayashi Issa



 Qué distinto el otoño
para mí que voy
para ti que te quedas 

Masaoka Shiki



Hecho de aire
entre pinos y rocas
brota el poema. 

Octavio Paz



¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga? 

Jorge Luis Borges



Tiembla el rocío
y las hojas moradas
y un colibrí 

Mario Benedetti



Finalmente, hablaremos de la creación de textos dramáticos.
Es tan cierto que la dramatización es un recurso fundamental como que resulta difícil encontrar textos adecuados para ser representados en el ámbito del aula. Sin embargo, además de poder solventar estas carencias mediante la creación de pequeñas obras personalizadas, creadas tanto por el maestro como por los alumnos, también existe la posibilidad de dramatizar textos escritos en prosa, ya sea en su totalidad o parcialmente, y que resulten adecuados y de interés.
Voy a proponer un ejemplo que he encontrado en la red de una adaptación teatral de un librito para el primer ciclo de primaria ilustrado por mí, titulado “No eres una lagartija” (se oye bastante mal; pero es que le vamos a hacer).

http://youtu.be/UoOE2MHgmLc

(Dejo el enlace y no cuelgo el vídeo porque no me deja hacerlo).

También es interesante platear la actividad de “juegos de rol”. Esta opción, además de desarrollar las capacidades del niño asociadas a la dramatización, tienen una relevante función social y emocional, por lo que también puede, además de por motivaciones meramente artísticas, utilizarse como recurso útil en la resolución de conflictos y el la reconducción de patrones de conducta negativos, tanto individuales como colectivos.
Y, una vez hechas todas estas actividades, ¿qué hacer con ellas?
En el caso de las creaciones en verso o en prosa, está indicada la producción de un libro (o libros, como propuse en mi actividad “Relatos del mar”), pudiendo ser mini libros, libros gigantes, libros viajeros, o de cualquier otro tipo. Y, en el caso de las producciones teatrales, es siempre interesante, además de representarlas con público, grabarlas en vídeo, para poder verlas con posterioridad y conservarlas.



1 comentario:

  1. Perfecto.

    El binomio de la trucha musulmana me ha tenido con la boca abierta un rato largo :D

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