viernes, 10 de enero de 2014


LA LITERATURA FOLCÓRICA

“Para el niño pequeño, la palabra oída ejerce una gran fascinación. La palabra y su tonalidad, su ritmo, los trazos afectivos que teje la voz, cuando es temperatura emocional, calma, consuelo, ternura, sensorialidad latente. El magnetismo por el ritmo y la entonación puede desplegarse con intensidad, al escuchar la voz de otras memorias, viejas-nuevas-voces, de rimas, retahílas, cancioncillas, cuentos.”

Así comienza del libro de Ana Pelegrín “La aventura de oír”, obra fundamental en lo que a la literatura folclórica y de tradición oral se refiere. Y creo que en ese párrafo se resume perfectamente la importancia de la trasmisión oral. Además, continúa de la siguiente manera:

“Podemos formular la hipótesis de que la literatura oral es una forma básica, un modo literario esencial en la vida del niño pequeño, porque la palabra está impregnada de afectividad. El cuento, el romance, la lírica, construyen el mundo auditivo-literario del niño, le incorporan vivencialmente a una cultura que le pertenece, le hacen partícipe de una creación colectiva, le otorgan signos de identidad.”

Esta introducción de Pelegrín, en mi opinión, refleja todo lo que representa la literatura folclórica y de transmisión oral, que supone para el receptor de la misma una imprescindible forma de integrarse en la cultura, entendiendo esta en todo su generalidad y como vehículo de relación humana y de trasmisión de saberes y conocimientos, de sentirse partícipe de la misma, y de ser capaz después de asumir el rol de emisor y, por lo tanto, de sumarse a la colectividad de la creación cultural.
Para continuar con este artículo, voy a proponer algunas definiciones:

Según el Diccionario de la Real Academia Española: “FOLKLORE es el conjunto de tradiciones y costumbres populares”.

Etimológicamente el término FOLKLORE es una palabra compuesta:

FOLK- (“folkam”: vocablo germano antiguo que derivó en “volk”: alemán moderno, y “folk” en sueco y danés) pueblo, raza, gente.

LORE- (forma verbal del inglés antiguo) aprender, saber.

Por lo tanto:

FOLKLORE (o folclore en la versión castellana del término) refiere a “saber popular”, “saber del pueblo”.

Una de las primeras referencias históricas en las que se recoge este término data del 22 de agosto de 1846, en una nota que el arqueólogo, investigador y anticuario inglés William John Thoms,  que se sentía fascinado por las compilaciones de cuentos populares recogidos por los hermanos Grimm y que por aquel entonces se llamaban “antigüedades literarias”, escribió a la revista literaria inglesa “Athenaeum”. La nota, titulada “Folklore”  resaltaba “el valor irremplazable de ese “saber popular” dado que no se trataba de una simple literatura circunstancial o un saber abstracto sino que se relacionaba estrechamente con las vivencias, la historia de un lugar y su gente, contada desde la visión popular”. Thoms pretendía con ello rescatar del olvido ese legado para futuras generaciones, y pedía se le permitiese publicar con periodicidad esas “antigüedades literarias” en la revista.
Años más tardes, se fundaba en Londres la "Folklore Society", organismo editor de la revista “Folklore Record”, cuyo objetivo principal era el estudio del folklore desde una perspectiva científica. Este fenómeno tuvo también eco en Francia, donde “Melusine” surgía en 1875 como revista especializada en el tema; y en 1889 se celebraba el “Congreso Internacional” sobre folclore.

Mucho se ha dicho, investigado y escrito desde entonces. Sin embargo, es necesario acotar el tema que nos ocupa para poder conocer los elementos estructurales, la importancia y la vigencia y futuro de las tradiciones o folclore que se transmite de forma oral. Sobre todo a la hora de abordar el tema desde la perspectiva de la literatura infantil.

Hay que recalcar antes de nada las características fundamentales que singularizan a la literatura folclórica:
ANONIMATO, ORALIDAD Y MULTICIPLICIDAD DE VARIANTES.
Durante mucho tiempo, y en especial en algunas culturas, ya sea por sus particularidades específicas o por el hecho de no poseer escritura propia, la transmisión de conocimientos, vivencias o relatos, ya sean estos verídicos (por lo menos en su germen) o fantásticos, se ha circunscrito a la trasmisión oral. Incluso en ámbitos en los que la escritura e incluso la imprenta facilitaban la transmisión descontextualizada, la falta de recursos o medios para acceder a estos canales “cultos” han hecho de la transmisión oral un importante vehículo de “inoculación” cultural (cuando no ya el único). Sobre todo en ambientes rurales y populares, la palabra, oída y hablada, ha sido portadora de sabiduría y conocimiento.
A través de la transmisión intergeneracional en el entorno familiar, en las reuniones al calor de la lumbre de pastores, arrieros, buhoneros y viajantes de la más diversa índole, mediante la trashumancia, por medio de juglares y bufones itinerantes, titiriteros, feriantes y mercachifles, las historias, canciones, romances, retahílas, leyendas, cuentos y fábulas han pasado, a través de los años, de boca en boca y de oído en oído. Además, gracias a esta trasmisión encadenada y debido a la voluble e imprevisible acción del recuerdo, la exaltación y la imaginación humana,  estos saberes populares se han ido enriqueciendo, multiplicando y divergiendo.
Así, el ser humano, que es receptor de este folclore desde el primer momento y durante toda su vida, se convierte en sustento necesario, amplificador y generador del mismo, porque “El  niño vive el folclore mucho antes de comenzar a leer y escribir, y durante años, se mete en todas esas manifestaciones anónimas, en las que él mismo participa de muy diversas formas: escuchando, jugando, modificando…hasta el punto de convertirse en un verdadero creador” (Gómez Couso, 1993).
Cuando hablamos de folclore o de manifestaciones folclóricas hay que referirse, en primer lugar, a aquellas composiciones que el niño escucha desde el momento de su nacimiento: desde su cuna, en la trona tomándose el puré o la papilla, mientras se le arrulla para dormir o en el relajante y placentero momento del baño. También se refiere a aquellas que, algo después, hereda, interioriza y repite en sus juegos infantiles y, por supuesto, a aquellas otras creaciones, más largas y también más complejas, trasmitidas por las adultos y que el niño se apropia, hace suyas y, en algunos casos, altera y modifica, como ocurre con los cuentos tradicionales.

Antes de detenerme en el análisis de los distintos géneros en los que se divide la literatura folclórica, y enfocando el tema desde una perspectiva mucho más personal, me gustaría relatar una experiencia propia que creo ilustra muy bien la naturaleza de la transmisión oral:

Cada noche, cuando llegaba la hora de meterse en la cama, y siendo yo muy pequeño, mi madre me cantaba, poniendo un acento muy raro,  una cancioncilla que yo no entendía muy bien, pero que me divertía mucho y conseguía que me durmiese siempre con una sonrisa en los labios y el corazón. La cancioncilla decía así:

“Drumi mobila
tu mamá está en la campo,
mobila,
y ahorita mismo va a veni´ pa´ca.
Si nene drumi,
le trae un conejito.
si nene no drumi,
viene Chímbili Coco,
Cheché Kalunga,
le corta los deítos
y se los come”.


Pasados los años, cuando me ha tocado a mí el turno de acompañar a mis hijos a la cama, de arroparles y de darles el besito de buenas noches, también les he cantado esa cancioncilla que a mí me cantaba mi madre. Y también ellos se han dormido con una sonrisa en los labios.
Sin embargo, en esta época de acceso instantáneo a los “saberes” globales, mis hijos me han pedido que les pusiese la canción en “youtube”. Al hacerlo, me he encontrado que la canción existe y es de origen cubano; pero no me he topado con una sola versión de la misma, de hecho, la versión que me cantaba mi madre no parece estar “digitalizada” más que en mis recuerdos.
Esta es una de las versiones de la letra de la canción más repetidas en internet:

“Drume drume mobila
Que tu mamá está en el campo mobila
Drume drume mobila
Que tu mamá está en el campo mobila.
Te va a traer pajaritos para ti
Te va a traer codornices para ti
Te va a traer carne de cerdo para ti
Te va a traer ricas cosas para ti.
Si tu mamá está en el campo
Viene el diablo blanco
Y zas te come la patita
Chacapumba chacapumba
[la patita] chacapum
Y zas te come la patita
Chacapumba chacapumba
[la patita] chacapum.
Drumi drumi mobila
Que tu mamá está en el campo mobila
Calla y calla mobila
Que tu mamá está en el campo mobila.”

Sin embargo, la versión que más se parece a la que me cantaba mi madre es la interpretada por el irrepetible pianista y cantante cubano Bola de Nieve. Aquí os dejo el enlace para que podáis escucharla:




Volvamos ahora al estudio de los diferentes géneros de literatura folclórica. En principio habría que distinguir entre textos en prosa (mitos, leyendas, fábulas y cuentos) y textos en verso (distinguiremos en primera instancia textos para recitar, para cantar y para jugar).

Si bien en los textos en verso podemos hacer distinciones según la función o uso de los mismos, en prosa sería más conveniente tener en cuenta los orígenes de esos textos. Al hablar de mitos o leyendas encontramos un germen de veracidad o de respuesta a preguntas de tipo religioso o cosmológico. Una historia que se pierde en la oscuridad del pasado remoto se va enriqueciendo, modificando hasta alcanzar cotas de complejidad muy alejadas del hecho primigenio y con alguna finalidad más o menos concreta. 
Así podríamos poner como ejemplo las leyendas artúricas: partiendo de una realidad difusa y poco documentada,  se comienza por un Artorius de cultura romana y orígenes sármatas, o por un caudillo britano defensor de su tierra contra la invasión sajona, se llega hasta el archiconocido Rey Arturo que ha llegado hasta nuestros días, pasando por el gran rey sin nombre recogido por Geoffrey de Monmouth en su “Historia Regum Britanniae” (s.XII), el Arturo de Robert Wace en su “Roman de Brut” (s.XII), el de Thomas Malory en su “Muerte de Arturo” (s.XV) o el más moderno Arturo de Steinbeck, retratado en su obra “Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros” (1.976).
En cuanto a los mitos, encontramos su origen o, para ser más exactos, su motivación, en el deseo y la necesidad de explicar el universo, la creación y los avatares y caprichos del destino. Así nos encontramos con la rica y prolija literatura asociada a la mitología griega, su conclusión en la mitología romana, los numerosos mitos celtas y germánicos, inmortalizados en manifestaciones artísticas de toda índole, llegando incluso a inspirar el infame ideario racial de la Alemania nazi.
Los variopintos mitos de creación de la América precolombina, la interesantísima mitología árabe pre-islámica o todo el complejo entramado de divinidades hindúes, así como los mitos generados en el creciente fértil, germen de la mayor parte de los textos presentes en el Génesis, son una muestra inestimable del incansable genio humano a la hora de construir respuestas literarias para todas aquellas preguntas que no se muestran claramente ante sus ojos. 
En cuanto a las fábulas y a los cuentos, y a pesar de que ambos tienen un origen meramente fantástico, sus objetivos sí que son distintos. Por un lado, las fábulas incluyen una moraleja explícita, por lo que su objetivo directo es el de moralizar al receptor del mensaje y conseguir de él las actitudes adecuadas; mientras que los cuentos, que también incluyen enseñanzas, aunque de un modo implícito, no pretende exactamente moralizar, sino oponer estereotipos duales y confrontarlos. 
   
Después de esta introducción al concepto y particularidades de la literatura folclórica, habría que detenerse en lo que habríamos de denominar literatura folclórica infantil, aunque este término, en muchos casos, no sea producto más que de la evolución de las teorías pedagógicas, ya que, en su mayor parte, los llamados cuentos clásicos, o cuentos populares, en su origen, y en un contexto de escasa o nula alfabetización, tenían como público objeto a todo aquel que tuviera oídos.
Sin embargo, sí es cierto que existe lo que llamamos una literatura infantil de tradición oral, aunque, generalmente, se ha considerado de menor valor e importancia que la que ha tenido como canal el medio escrito. De todos modos, esto no debe extrañarnos, ya que, además de que literatura infantil ha sido considerada en muchas ocasiones un género menor, también a la literatura popular se le han prestado menos atenciones que a la literatura culta. Sin embargo, igual que en el artículo referido a la literatura infantil señalaba que no debía prestarse más atención al adjetivo “infantil” que al sustantivo “literatura”, tampoco “popular” debe cobrar más importancia que “literatura” a la hora de analizar lo que se conoce comúnmente como literatura popular.
El folclore oral, aun poseyendo su propia estructura y características particulares, no deja de pertenecer en general a lo literario. Y esto es, por supuesto, aplicable al folclore oral dedicado a la infancia.
Es interesante señalar las especiales características que encuentra Cerrillo en esta literatura folclórica infantil:

“Esta Literatura tiene características expresivas propias: no sólo porque, en su ordenamiento externo, muchas obras constituyan formas literarias convencionales (muy claras en la poesía lírica popular infantil: romances, cuartetas, seguidillas, redondillas, pareados,…), sino también porque, en su conjunto, estas obras literarias tienen elementos estructurales que las identifican, al tiempo que la diferencia de otras obras literarias: el ritmo ya citado, las frecuentes repeticiones o el ordenamiento de la narrativa infantil popular en tres partes muy marcadas: presentación, desarrollo y desenlace, siendo la primera y la tercera muy breves”. (Cerrillo, 2000).

Una vez concretados estos conceptos, sería interesante distinguir los distintos géneros, que también son aplicables cuando hablamos de literatura folclórica infantil: teatro, verso y prosa.

Teatro folclórico infantil.

Como ya hemos dicho antes, hay que señalar que, si bien en el momento actual es adecuado hablar de un género dedicado al público infantil cuando nos referimos al teatro de títeres y marionetas, esto no ha sido siempre así y, en otros lugares y culturas distintas a la europea, sigue sin serlo.
Ejemplo de esto pueden ser el Wayang Kulit (teatro de sombras) de Indonesia, el Bunraku japonés o el Kutiyattam de la India que, en el pasado y en la actualidad, son espectáculos dedicados y apreciados por el público adulto.
Desgraciadamente esto es un símbolo claro de que el teatro de marionetas, que al igual que en Asia, también en Europa fue apreciado y creado para adultos y, en general, para todos los públicos, no vive ahora uno de sus mejores momentos.
Sin embargo, para aportar algo positivo a esta reflexión, no puedo más que recordar las mañanas de domingo de mi infancia. Paseando bajo el sol que iluminaba el parque del Retiro de Madrid, junto al estanque grande, olfateando con deleite el aroma proveniente de los carritos de los vendedores de barquillos, tiraba ansiosamente del brazo de mi padre para llegar a tiempo al teatrillo de marionetas. Y también tengo que decir que ahora, ya sea otra vez junto al estanque grande, o en el paseo de coches, es mi brazo del que tiran ansiosamente mis hijos, pues no quieren perderse como el títere bueno atiza con la cachiporra en la pérfida y no demasiado avispada cabeza del títere malo.
Y, aunque parezca una estupidez, hay algo que me gustaría comentar: es muy de agradecer el que una gran multinacional sueca, dedicada a la venta de muebles empaquetados en cajas planas, ofrezca en su catálogo divertidas y surtidas marionetas de dedo, a precios mucho más que razonables, con las que los niños pueden recuperar el placer de hacer sus propias representaciones, poniendo voces e inventado historias fantásticas y maravillosas.
También, y dejando por un momento de lado el teatro popular, me gustaría reflejar en este artículo las adaptaciones para teatro de títeres o marionetas que, de algunos textos de literatura infantil de autor, se hacen en las aulas por parte de animadores o cuentacuentos profesionales. Los textos de referencia no están relacionados con el tema que nos ocupa; pero me parece una actividad de motivación interesante a la hora de desarrollar la labor de divulgación del tradicional teatro de títeres. Partiendo de esta base el maestro puede tomar ideas, tanto a la hora de construir sus propias marionetas como a la hora de representar las narraciones que, bien podrían ser, adaptaciones propias de los clásicos cuentos populares.
Para poner un ejemplo de esto, os dejo un par de enlaces en los que se representa con títeres muy sencillos de realizar una adaptación de “El viaje de Viento Pequeño”, obra de la que, vaya casualidad, soy el ilustrador:



Poesía folclórica infantil.

Cuando hablamos de poesía infantil, hablamos de ritmo, de juego y de rima. La repetición y el juego verbal que conlleva es una gimnasia excelente para la adquisición de competencias en el buen manejo de las herramientas lingüísticas; pero, en la poesía quizás más que en ningún otro género, no debemos olvidar lo que se indica en el módulo docente:

“La literatura infantil ha de ser como un juguete”.

Esto es algo que, como maestros, tenemos que tener siempre muy presente.
Al hablar de poesía folclórica infantil hablamos de rimas divertidas, de canciones, juegos, ritmos, absurdos, disparates. Todo esto resulta tan cercano al niño, tan fácil de aprehender y tan provechoso para desarrollar su creatividad e imaginación que no podemos dejar que el paso del tiempo se lleve el inapreciable legado que nos ha sido transmitido, generación tras generación.
Sin embargo, y a través de la enorme difusión de los múltiples y, por qué no decirlo (sobre todo para los que somos padres y hemos tenido que pasar seis horas en un coche escuchando las tribulaciones del cocodrilo, el orangután, las pequeñas serpientes y el águila real, o conociendo los pesares del burrito Pepe, o discerniendo si somos taza, teteras o vaya usted a saber) a veces cansinos “Cantajuegos”, parece que la supervivencia de esas canciones de nuestra infancia, de la infancia de nuestros padres y antes de la de nuestros abuelos, está más que asegurada.
En relación a lo anterior, en mi opinión hay una clara y lógica explicación  a esa “tortura” a la que, en ocasiones, nos hemos visto sometidos los padres: a los niños les chifla repetir. No hay nada que les guste más. Una y otra vez, sin descanso. Y si el contenido o argumento de lo que repiten carece de lógica, mejor que mejor. Aquí dejo un par de ejemplos:

La chata Merengüela, güi, güi, güi,
como es tan fina, trico, trico, tri,
como es tan fina, lairó, lairó,
lairó, lairó, lairó,
lairó.
Se pinta los colores, güi, güi, güi,
con gasolina, trico, trico, tri,
con, gasolina lairó, lairó,
lairó, lairó, lairó,
lairó.
Y su madre le dice, güi, güi, güi,
quítate eso, trico, trico, tri,
quítate eso, lairó, lairó,
lairó, lairó, lairó,
lairó.
Que va venir tu novio, güi, güi, güi,
a darte un beso, trico, trico, tri,
a darte un beso, lairó, lairó,
lairó, lairó, lairó,
lairó.
Mi novio ya ha venido, güi, güi, güi,
ya me lo ha dado, trico, trico, tri,
ya me lo ha dado, lairó, lairó,
lairó, lairó, lairó,
lairó.
Y me ha puesto el carrillo, güi, güi, güi,
muy colorado, trico, trico, tri,
muy colorado, lairó, lairó,
lairó, lairó, lairó,
lairó.

Y el ejemplo llevado a su máximo exponente:

AAA RAN SAN SAN
AAA RAN SAN SAN
GURI GURI GURI GURI
AAA RAN SAN SAN
(bis)
AAA RABI AAA RABI
GURI GURI GURI GURI
AAA RAN SAN SAN
(bis).

Además me gustaría, enfocando el tema desde una perspectiva personal, resaltar la especial predilección de los niños por el ritmo y la música de este género que nos ocupa. En este sentido, comentar que, desde que mis hijos eran muy pequeños, siempre me ha gustado contarles cuentos. En general eran narraciones inventadas sobre la marcha, con estructuras simples, cercanas y repetitivas, con elementos humorísticos absurdos y chocantes, que, en la mayoría de las ocasiones, eran recibidas con agrado y exigidas como solo un niño de dos años sabe hacerlo. Sin embargo, si hay algo que les contaba que, aún hoy día, cuando tienen seis y nueve años, siguen queriendo escuchar, no es ningún cuento, sino una pequeña cancioncilla inventada, absurda y absolutamente descontextualizada, que les cantaba al salir del baño, cuando estaban completamente envueltos en unas toallas demasiado grandes para ellos. La letra es la siguiente:

Vengo de Arabia Saudita,
y soy una chica bonita,
pero nadie lo sabe
porque voy muy tapadita.

Aunque, lógicamente, no se trate de una pieza de origen popular o folclórico, sí que me parece que mantiene ese espíritu, y que ejemplifica acertadamente la tendencia de los niños hacia la lírica folclórica.

Cuentos folclóricos

Trataremos ahora el género más estudiado y cuyas producciones son más conocidas y divulgadas.
Para comenzar, me gustaría incluir aquí textos que he encontrado en internet, y que hacen referencia a las distintas clasificaciones de dichos cuentos elaboradas por los más importantes estudiosos.
Comenzaré por las clasificaciones propuestas por el erudito ruso Vladimir Propp:

VLADIMIR PROPP

Vladímir Yákovlevich Propp, San Petersburgo, 29 de abril de 1895 - Leningrado, 22 de agosto de 1970. Fue un erudito ruso dedicado al análisis de los componentes básicos de los cuentos populares rusos para identificar sus elementos narrativos irreducibles más simples.

Su Morfología del cuento fue publicada en ruso en 1928; aunque influyó a
Claude Lévi-Strauss y Roland Barthes, fue prácticamente ignorada en Occidente hasta su traducción  al inglés en los años 50.
Analizó los cuentos populares hasta que encontró una serie de puntos recurrentes que creaban una estructura constante en todas estas narraciones. Es lo que se conoce como "las funciones de Propp".






La teoría de Propp se basa en un análisis estructural de la morfología de los cuentos, donde parte del corpus para llegar a la clasificación. Critica las clasificaciones anteriores a su estudio; propone por su parte, en la clasificación que obtiene del análisis de más o menos 100 cuentos una serie de elementos constantes, estos son, las funciones de los personajes.
Son una serie de 31 puntos recurrentes en todos los cuentos de hadas populares. Aunque no todos ellos aparecen en todos los cuentos, su función básica a menudo permanece y el orden es prácticamente siempre el mismo.

* Mitos : Los mitos son textos de origen religioso. Sirven para explicar al pueblo hechos naturales, sociales o psicológicos. Por ejemplo: en todas las mitologías se ha explicado de algún modo el origen del mundo. Otra característica de los mitos, es que tienen como protagonistas a dioses y héroes de la religión correspondiente.

Un ejemplo es el mito de Cupido y Psique.

* Cuentos de animales: Son aquellos en los que los personajes son animales.
Existen distintos tipos de cuentos de animales:

1) Aquellos en los que los personajes representan a personas. En este caso se tratan de cuentos de carácter humorista. Estos cuentos no tienen moraleja, pero lo que sí tienen son enseñanzas sobre la vida.

2) Fábulas: los animales representan arquetipos humanos y siempre tienen moraleja. En este tipo de cuentos se resaltan las virtudes y vicios de los humanos. Las fábulas más antiguas que se conservan, son las de Esopo en Grecia y “El conde de Lucanor” en España.

3) Apólogo: se trata de una fábula, que tiene como personajes los seres humanos. Un ejemplo de este tipo de cuentos sería el cuento de la lechera.

* Cuentos de formula: Se trata de cuentos mínimos para contar a los niños. En su mayoría tienen un marcado carácter lúdico.
Ejemplos de cuentos de fórmula son:

“Esto era un rey que tenía tres hijas, las metió en tres botijas y las tapó con pez. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?” Se ve claramente que este tipo de cuentos están escritos para jugar con los niños.

* Cuentos de hadas o maravillosos: En estos cuentos aparecen personajes mágicos (brujas, hadas, magos…) o animales que hablan con los seres humanos. En ellos pasan cosas imposibles, aparecen seres maravillosos, cosas imposibles como animales que hablan… Un ejemplo sería: Ricitos de oro y los tres ositos.




Ahora expondré la clasificación que de los cuentos folclóricos propone Rodari:

GIANNI RODARI

Gianni Rodari, escritor, maestro y pedagogo italiano (Omegna, 23 de octubre de 1920- Roma, 14 de abril de 1980), Premio Hans Christian Andersen en 1970. Su principal obra teórica es Gramática de la fantasía, una recopilación de charlas en la que expone un concepto fundamental en la literatura infantil y juvenil del siglo XX: el binomio fantástico. En su obra literaria destacan a la par el impulso de reforma social, con una atención destacada por los más pobres y una sátira humorística, pero inflexible, contra la alta burguesía italiana; y la combinación fantástica de imágenes sorprendentes, con las que o bien construye una historia, o bien inicia una trama que debe completar el lector.




La clasificación que hace este autor de los cuentos folklóricos es la siguiente:

1) Cuentos de animales: Al igual que Propp este autor también hace su clasificación en torno a las fábulas y a los cuentos cuyos personajes son animales..

a) Animales salvajes
b) Animales domésticos
c) Relaciones entre hombre y animal
d) Relaciones entre animales salvajes y domésticos

2) Mágicos: se corresponde con los cuentos de hadas o maravillosos de Propp, pero también incluye los mitos.

a) Historias de adversarios sobrenaturales
b) Historias de parientes sobrenaturales o embrujados
c) Empresas sobrehumanas
d) Auxiliares sobrenaturales
e) Objetos mágicos
f) Historias de carácter religioso
g) Cuentos de bodas

3) Bromas y anécdotas: aquí, además de los cuentos de fórmula de los que ya hablaba Propp, se incluyen cuentos que pretenden hacer reír.
a) Cuentos del tonto
b) Cuentos del listo
c) Cuentos con fórmula o estribillo.


Finalmente me gustaría incluir también el sistema de clasificación formulado por la profesora y escritora norte americana Sara Cone Bryant:

SARA C. BRYANT

Sara C. Bryant ha publicado diversos libros con gran éxito de ventas en el mundo anglosajón, siempre centrados en la órbita de la pedagogía infantil. “El arte de contar cuentos” es su primer libro editado en España.



La clasificación de esta autora está organizada por rangos de edad, por lo que establece tres intervalos: de 3-5 años, de 5-7 años y de 7-12 años (o para mayores).

* De 3 a 5 años: aquí encontramos las historias rimadas, las historias con fragmentos versificados, las historias de animales personificados y los cuentos burlescos y cuentos de hadas.

* De 5 a 7 años: encontramos textos pertenecientes al folklore (leyendas locales), cuentos de hadas y cuentos burlescos, fábulas, leyendas y narraciones de historia natural.

* Para mayores: incluyó en este grupo los textos foklóricos, las fábulas, los mitos y las alegorías, las parábolas de la naturaleza, las narraciones históricas, las historias reales y las narraciones humorísticas.

Además de estas clasificaciones, es fundamental referirnos a los grandes recopiladores y adaptadores de estos cuentos populares, sin los cuales, muy probablemente, se habrían perdido y nunca hubieran llegado a nuestros oídos.
En primer lugar citaremos a Charles Perrault (París, Francia, 12 de enero de 1628 – 16 de mayo de 1703).




Fue un escritor francés, principalmente reconocido como primer recopilador de cuentos folclóricos a los que dio estructura literaria, suavizando generalmente la crudeza de las versiones orales.  Algunos de los más conocidos son “Caperucita Roja” o “El gato con botas”.


Por supuesto, también hay que resaltar la figura de los hermanos Grimm:

Los hermanos Jacob Grimm (1785-1863) y Wilhelm Grimm (1786-1859), nacidos en Alemania central, se dedicaron al estudio de la “Filología” y el folclore germano.



Para ello, viajaban por toda Alemania, estudiando las costumbres del pueblo, recogiendo historias y leyendas de los lugareños que habían sido trasmitidas de generación en generación  y que luego recopilaron en “Kinder und haus márchen” o “Cuentos para la infancia y el hogar”. A ellos se debe la difusión de historias como “Hansel y Gretel”, “Juan sin miedo”, “Blancanieves, “La Cenicienta, etc.


Especial mención merece Hans Christian Andersen (Odense, Dinamarca, 2 de abril de 1805 – Copenhague, Dinamarca, 4 de agosto de 1875).




Además de recopilador y adaptador fue un escritor y poeta danés, famoso por sus cuentos para niños, entre los que destacan  “El patito feo”  y “La sirenita”. Es tal su importancia que el equivalente en literatura infantil al Premio Nobel recibe su nombre.

No podemos olvidarnos de los dos grandes nombres españoles asociados a la recopilación de cuentos populares: Fernán Caballero (seudónimo bajo el que se escondía Cecilia Böhl de Faber) y sus recopilaciones de cuentos y poesías extraídos del acervo popular andaluz; y Saturnino Calleja, al que cualquier maestro debería rendir homenaje, aunque solo fuese por la cabecera de la revista que fundó y dirigió, “La Ilustración de España”, que rezaba así:

"Periódico consagrado a la defensa de los intereses del Magisterio Español".


          
                               





Después de todo esto, solo podemos llegar a una conclusión: todos estos cuentos, canciones y poemas, las representaciones de títeres, los juegos, retahílas y trabalenguas no pueden quedar relegados al estudio de filólogos y lingüistas, deben vivir en nuestras casas y, por supuesto, también en nuestras escuelas. Para ello el maestro debe aprovechar todos los recursos de que disponga, incluyendo las nuevas tecnologías; pero sin perder nunca de vista le esencia de la tradición popular: la transmisión oral. Los niños tienen que aprender a oír y, en consecuencia, también a contar.

En este sentido, me gustaría compartir dos artículos de los que, a continuación, adjunto la referencia y el enlace:

En primer lugar, un artículo escrito por Pep Bruno (narrador oral profesional desde 1994, también escritor y editor, miembro fundador de la editorial Palabras del Candil, especializada en libros y cuentos de narradores orales) en septiembre de 2011 para CLIJ, Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil, publicado en el n.º 244 (nov-dic2011).

“LA NARRACIÓN ORAL EN ESPAÑA. UNA BREVÍSIMA HISTORIA DE LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA NARRACIÓN ORAL EN ESPAÑA.”


Y, finalmente, un interesante artículo que refleja la importancia de la tradición oral y de su valor educativo y aplicación didáctica.

“EL VALOR DE LA TRADICIÓN ORAL”



1 comentario:

  1. Un excelente artículo lleno de recuerdos y emociones. ¡Qué bonita tu búsqueda de la cancioncilla cubana... y qué bonitos todos los momentos en los que citas tu relación paterno-literaria con tus hijos!

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