Literatura española y educación
literaria
Y le llega el turno a la literatura española. Sin adjetivos.
Para comenzar, haremos un breve recorrido cronológico en el
que recogeremos los nombres y las obras más significativas.
Los primeros textos que se conservan escritos en castellano datan
del siglo XI, y son las Glosas
Emilianenses ySilenses. En la muestra de abajo puede apreciarse
el texto de una homilía en latín a la que el monje copista ha hecho sus propias
anotaciones (glosas) en castellano, entre líneas y al margen del texto.
El texto que en ellas aparece es el siguiente:
Cono
aiutorio de nuestro
dueno dueno
Christo, dueno
salbatore,
qual dueno
get ena
honore et qual
duenno
tienet ela
mandatione
cono
Patre cono
Spiritu Sancto
enos
sieculos delo siecu
los. Facanos
Deus Omnipotens
tal serbitio
fere ke
denante ela
sua face
gaudioso
segamus. Amen.
Sin embargo, cuando hablamos de las primeras muestras de literatura en
castellano hemos de referirnos a las jarchas mozárabes, versos en forma de
estribillos que se recitaban o cantaban al final de canciones árabes y que se
hicieron muy populares en el siglo X.
Sin embargo hemos de avanzar más en el tiempo para hablar de una
verdadera literatura española.
En el marco medieval, profundamente mediatizado por el sistema feudal,
el predominio de lo religioso en todos los aspectos de la vida y con una
sociedad muy desigual y estratificada, podemos hablar de cuatro pilares que
sujetaban el incipiente edificio literario español:
-Creaciones populares: difundidas mediante
la actuación de los juglares (es el denominado Mester de Juglaría).
-Creaciones de tipo militar: cantares de
gesta y hazañas bélicas (el ejemplo más representativo es el “Cantar del Mío
Cid”).
-Creaciones religiosas: Mester de Clerecía.
-Creaciones asociadas a la nobleza: En ellas
se ensalza el Amor Cortés y Galante.
De todo ello hay que hacer especial mención a la obra medieval más
conocida: “El Cantar del Mío Cid”. Esta obra, fundamentalmente por las
dificultades léxicas y contextuales, no considero apropiada para su lectura en
primaria (a excepción de pequeños fragmentos mediante los que ejemplificar su
naturaleza). Sin embargo sí que existen adaptaciones o acercamientos a ella y a
la figura del Cid que pueden resultar interesantes, como puedan ser la de la
Editorial Castalia, la versión de Anaya, la de Espasa Calpe o el más didáctico
y divulgativo de Susaeta.
De todos modos, si he de recomendar un modo divertido por el que un
niño pueda acercarse a la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, no puedo más que recordar
con una sonrisa la coproducción de TVE del año 1980 “Ruy, el pequeño Cid”.
Sin embargo, hemos de seguir
avanzando en el tiempo para encontrarnos con las primeras muestras literarias
de autores conocidos. Destacaremos las figuras de Juan Ruiz, Arcipreste de
Hita; Don Juan Manuel y su “Conde Lucanor”; Juan de Mena; el Marqués de
Santillana y Jorge Manrique y sus coplas a la muerte de su padre.
Sin embargo, si hay una obre que
destacar dentro de la producción literaria medieval española, esta es, sin
duda, “La Celestina”, de Fernando de Rojas. Sin embargo, tanto por el léxico
como por el contenido de la obra, no la considero adecuada para niños de
educación primaria.
Llegamos ya al siglo XVI y al
Renacimiento. Encontramos aquí, al calor de la exaltación humanista, una
literatura cortesana creada siguiendo los patrones de los grandes poetas
italianos, Dante y Petrarca. El más importante representante de esta corriente
es sin duda el poeta Garcilaso de la Vega.
También encontramos otra
corriente más intrínsecamente española: la literatura renacentista de carácter
religioso. En ella destacan Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús y San Juan
de la Cruz.
Sin embargo hay dos obras
capitales que no pueden encuadrarse en ninguna de estas dos corrientes:
La obra anónima “El Lazarillos de
Tormes” y, por supuesto “El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha” y su
continuación “El ingenioso caballero don Quijote de La Mancha”.
Se trata de dos obras únicas,
geniales e intemporales. Por ello son merecedoras de su lectura y estudio ya
desde la educación primaria, tanto con la selección de pasajes de los textos
originales (sobre todo en el caso de “El Quijote”, ya que su lectura completa
resulta dificultosa) o través de adaptaciones.
Voy a hacer aquí un pequeño acto
de nepotismo y voy a recomendar los dos siguientes libros escritos por mi madre,
Concha López Narváez, en los que más que una adaptación de las dos obras
realiza un ejercicio de acercamiento a las mismas desde la creación.
“Andanzas de don Quijote y Sancho”
y “Andanzas del Lazarillo de Tormes”, ambas publicadas por la Editorial Bruño.
En cuanto a las actividades que
sobre estas dos obras podrían realizarse en primaria, son muchas y muy
variadas; pero hay una en particular que siempre he considerado interesante y
que se me ocurrió en uno de mis muchos viajes a Salamanca: consistiría en la
realización de una “Gymcana literaria”, en la que, rememorando los distintos
pasajes del texto y sus localizaciones, y mediante un juego de pistas, habría
que localizar un “tesoro escondido”.
Y llegamos al siglo XVII. Es el
Siglo de Oro de las letras y la cultura española. Es el siglo del barroco, de
la Contrarreforma y del Concilio de Trento. El siglo en el que, tras varios y
estrepitosos fracasos políticos y militares, el Imperio Español, ese en el que
nunca se ponía el sol, comienza su decadencia y declive. Así, nos encontramos
en un momento de desengaño, de crisis de identidad nacional, del “nunca
volveremos a ser los que fuimos”. Y este período de crisis, tanto política como
social y económica, de pillos, de tabernas, de timadores y de buscavidas,
genera el momento más glorioso de la literatura española.
Es a través de tres corrientes
que la manifestación literaria afronta este mundo en decadencia que le ha
tocado vivir: la corriente popular, representada por Lope de Vega; la
conceptista de Francisco de Quevedo y la culteranista de Luis de Góngora.
Como curiosidad, recordar la
animadversión existente entre Quevedo y Góngora, que se arrojaban dardos de
verso y de tinta, demostrando que hasta el insulto puede volverse arte en la
pluma adecuada. Aquí os dejo unas muestras:
Estas primeras de Quevedo contra
Góngora
Quien
quisiere ser Góngora en un día
la jeri (aprenderá) gonza siguiente:
fulgores, arrogar, joven, presiente,
candor, construye, métrica, armonía;
poco, mucho, si, no, purpuracía,
neutralidad, conculca, erige, mente,
pulsa, ostenta, librar, adolescente,
señas, traslada, pira, frustra, harpía.
Cede, impide, cisuras, petulante,
palestra, liba, meta, argento, alterna,
si bien, disuelve, émulo, canoro.
Use mucho de líquido y de errante,
su poco de nocturno y de caverna,
anden listos livor, adunco y poro;
que ya toda Castilla con sola esta cartilla
se abrasa de poetas babilones,
escribiendo sonetos confusiones;
y en la Mancha pastores y gañanes,
atestadas de ajos las barrigas,
hacen ya soledades como migas.
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;
apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.
Este cíclope, no siciliano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisferio
zona divide en término italiano;
este círculo vivo en todo plano;
este que, siendo solamente cero,
le multiplica y parte por entero
todo buen abaquista veneciano;
el minoculo sí, mas ciego vulto;
el resquicio barbado de melenas;
esta cima del vicio y del insulto;
éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.
Ahora es Góngora el que replica:
Anacreonte español, no hay quien os tope,
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope.
¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
Porque a luz saque ciertos versos flojos,
Y entenderéis cualquier gregüesco luego.
Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.
Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina
a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,
que en oro engasta, santa insignia,
aloque, a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano.
En esta época gloriosa, en la que los literatos eran reconocidos,
hasta tal punto que, a la muerte de Lope de Vega, cuyo cortejo fúnebre fue
despedido masivamente en su paso por las calles de Madrid, doscientos autores
le escribieron elogios que fueron publicados en Madrid y Venecia.
En cuanto a las obras que podrían ser trabajadas en
primaria, me gustaría señalar “Fuenteovejuna”, de Lope, cuya temática (los
abusos de poder y la opresión del fuerte sobre el débil) no deja nunca de ser
actual, y “El Buscón” (cuyo título completo es “Historia de la vida del buscón,
llamado don Pablos, ejemplo de Vagamundos y espejo de Tacaños”), de Quevedo,
obra deliciosa de cuya lectura guardo un inolvidable recuerdo. Además, en este
último caso, se podría, siguiendo la estructura de la obra y el modelo de la
novela picaresca clásica, elaborar un guión para una posible novela picaresca
actual (para lo cual no faltan ejemplos cada día en los telediarios).
Pasemos ahora al siglo XVIII y, con ello, a la literatura
moderna.
A la luz francesa de la Ilustración, la Enciclopedia y la
formulación del Método cartesiano y surge un movimiento en Europa que tiene
poca repercusión en España. Quizás porque, como ha sucedido y sucede en muchas
ocasiones, los Pirineos nos resultan demasiado altos.
Sin embargo, en este estilo que denominamos neoclásico,
surgen en España algunos nombres relevantes: Moratín, Don Ramón de la Cruz o Jovellanos.
Pero muy pronto en Europa, ya en el siglo XIX, y como
respuesta a este neoclasicismo alto burgués, surge el romanticismo, que tiene sus
dos figuras más representativas en Goethe (Alemania) y Lord Byron (Inglaterra).
Sin olvidar a otras figuras importantes como los alemanes Hölderin y Heine o
los ingleses Blake, Shelley y Keats.
En España tenemos a Bécqer, una especie de Byron patrio, y
Rosalía de Castro, con sus poemas intimistas, tanto en castellano como en
gallego.
Hay que destacar también que, fuera del ámbito poético, se
desarrollan dos tendencias contrapuestas: el romanticismo conservador y el
liberal, cuyo máximo exponente es Mariano José de Larra.
Todavía en el siglo XIX, y también como respuesta al
movimiento romántico, surge la corriente realista. En Francia, país de origen
del movimiento, tenemos a Honoré de Balzac
y a Stendhal y, posteriormente, desembocando en el naturalismo, a Emile Zola,
Guy de Maupassant y Gustave Flaubert.
En España hay que resaltar la figura de Benito Pérez Galdós,
y a los naturalistas Leopoldo Alas “Clarín” y Emilia Pardo Bazán.
A la hora de trasladar este movimiento literario a las aulas,
me gustaría comentar que, quizás el peor recuerdo que tengo asociado a la
lectura se lo debo a una profesora de 1º de BUP y a “La Regenta” de Clarín. Sin
embargo hay algunas lecturas que sí creo interesantes para los niños (de tercer
ciclo de primaria, y mejor de 6º): algunos de los “Episodios nacionales” de
Galdós. Además, propongo una actividad en la que, después de mostrar a los
niños una relación de todos los “Episodios” y su correspondencia con los hechos
históricos, se trataría de crear una especie de catálogo de nuevos “Episodios
nacionales”, contextualizados en el momento actual.
Nos acercamos al siglo XX y a los clásicos contemporáneos.
Primero es el modernismo, iniciado por el nicaragüense Rubén
Darío, y al que se suman Juan Ramón Jiménez, los hermanos Antonio y Manuel
Machado y Ramón María del Valle-Inclán.
Hay que destacar aquí, si hemos de hablar de clásicos que
puedan ser aptos para los niños, de “Platero y yo”, de Juan Ramón Jiménez. Para
justificarlo, baste con el prólogo que el propio Juan Ramón escribe en la obra:
Este
breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de
Platero, estaba escrito para... ¡qué sé yo para quien! ...para quien escribimos
los poetas líricos... Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una
coma. ¡Que bien!
«Dondequiera que haya niños—dice Novalis—, existe una edad de oro».
Pues por esa edad de oro, que es como una isla espiritual caida del cielo, anda
el corazón del poeta, y se encuentra allí tan a su gusto, que su mejor deseo
sería no tener que abandonarla nunca.
¡Isla de gracia, de frescura y dicha, edad de oro de los niños; siempre
te halle yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa me dé su lira, alta y, a
veces sin sentido, igual que el trino de la alondra en el sol blanco del
amanecer!
Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el
niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que
a todos se le ocurren. También habrá excepciones para hombres y para mujeres,
etc.
Con respecto a esta obra y su aplicación al aula, me remito
a lo publicado anteriormente en este blog.
Casi inmediatamente, este modernismo se diluye en uno de los
movimientos literarios más importantes de la historia de las letras españolas:
la Generación del 98.
Otra vez, y esta vez por la derrota en la Guerra de Cuba y
la pérdida definitiva de los últimos resquicios de grandeza imperial, surge una
nueva crisis de identidad nacional. Y, al igual que ocurriese en el siglo XVII,
la producción literaria de calidad prolifera en las figuras de Azorín, Baroja,
Unamuno y los modernistas Antonio Machado y Valle-Inclán.
Para acercar este florecimiento literario al aula de
primaria, propondría la siguiente actividad:
Tomaremos siguiente el poema de Antonio Machado:
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.
Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...
Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...
Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso...
Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso...
Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso.
Entregar una copia a los niños y, posteriormente, escuchar
la versión cantada de Joan Manuel Serrat:
Después les propondría como trabajo de investigación buscar
más poemas convertidos en canción y compartirlos con la clase.
Años después, en torno a la Residencia de Estudiantes de
Madrid, y tomando a Juan Ramón Jiménez como figura de referencia, surge una
generación de poetas que difícilmente ha tenido o tendrá parangón a lo largo y
ancho de la historia de la literatura mundial: la generación del 27.
De ella forman parte figuras tan fundamentales como Rafael
Alberti, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego,
Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y el “verso suelto” Miguel
Hernández.
Como actividad para sumergir a los niños en esta irrepetible
generación, y además para conocer un hito de nuestra historia que no deja de
mediatizar nuestro presente, propondría un monográfico dedicado a “los poetas y
la guerra”. En este trabajo los niños deberían investigar las consecuencias que
el estallido de la Guerra Civil tuvo para cada uno de los integrantes del
movimiento, trabajar sobre ello y extraer conclusiones propias. Además, también
deberían buscar, con ayuda del maestro, otros ejemplos de poetas perseguidos y
víctimas de la guerra o de conflictos en sus lugares de origen. Como colofón a
la actividad se realizaría un mural en el que se representara gráficamente esta
desigual lucha entre la palabra y los fusiles.
Y después de la guerra llega el franquismo y, con él, 40
años de dictadura. En esta situación hay dos posibilidades para los literatos
no afectos al régimen: el exilio o la
terrible “troyka” formada por muerte-represión-censura.
En esta posguerra española se van sucediendo las
generaciones y los escritores: Aldecoa, Cela, Martín Gaita, Delibes, Laforet, Sánchez
Ferlosio, Blas de Otero, Celaya, Buero Vallejo…
Después, en el tardo franquismo y con la llegada de la
Transición y la Democracia, surgen, al amparo de las nuevas libertades, nuevas
figuras de las letras españolas: Torrente Ballester, Cunqueiro, Sanpedro,
Mendoza, Marías, Muñoz Molina, Millás, Atxaga, Fernán Gómez, Arrabal, Gala,
Rostti, Panero…
Y llegamos así al momento actual. Sumidos en una profunda
crisis económica, política y social. Otra vez desanimados y desencantados,
vestidos de nuevo con el traje de la crisis identitaria. Como el el siglo XVII
o en el 98. ¿Esteremos en los albores de una nueva época de florecimiento de la
literatura española? El tiempo lo dirá.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Dejamos ya esta breve reflexión sobre la historia de la
literatura española y nos proponemos responder algunas preguntas.
En primer lugar, cuando abordamos el encaje de la literatura
no específica para niños en el marco de la educación primaria, tenemos que
comprender que la literatura, al igual que la lengua, funciona como un sistema
de comunicación y, por tanto, presenta los elementos propios de ello: EMISOR,
RECEPTOR, MENSAJE, CÓDIGO, CANAL Y REFERENTE.
Para hacer bien nuestro trabajo, tenemos que tener muy claro
que, a la hora de facilitar un texto al niño tenemos que tener en cuenta su
papel de receptor, no solo en lo tocante a la temática (equiparable al MENSAJE)
y al lenguaje (CÓDIGO) sino también al contexto (REFERENTE).
Se nos habla en el módulo docente de géneros, subgéneros y
paragéneros.
Clasificaciones y géneros, en su mayor parte, no son más que
fórmulas de encasillamiento y rigidez que, en mi opinión, poco tienen que ver
con el arte y, siendo muy claro, no me importan ni interesan demasiado. Es
comprensible que, por parte de editores (en su faceta comercial), libreros,
vendedores y divulgadores masivos, estas clasificaciones sean necesarias y de
gran ayuda; pero, para el maestro enamorado de la literatura, este
estratificación me parece un acto superficial.
Además, en el módulo docente se utiliza también un término
con el que no me siento identificado: SUBLITERATURA.
Se dice que no supone una connotación negativa o peyorativa;
pero podemos plantearnos las siguientes preguntas:
¿No hay connotaciones negativas al comparar “normal” con “subnormal”;
“humano” con “subhumano” o “producto” con “subproducto”?
Creo que la cuestión se responde por sí sola.
Del mismo modo se identifica esta SUBLITERATURA con
LITERATURA DE GÉNERO. Así, estaríamos infravalorando las complejas y magníficas
obras de Patricia Highsmith, a la que asociaríamos al género de novela negra;
o, incluso, también los haríamos con “El ingenioso caballero don Quijote de La
Mancha”, segunda parte y continuación de
“El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha”, ya que también se considera subliteratura
a las segundas partes escritas con fines comerciales y a los BEST-SELLERS, que
según una definición “aséptica” no es otra cosa que “un libro que ha alcanzado
un gran volumen de ventas” (así, podríamos incluir “Cien años de soledad” en
esta categoría).
Todo esto es, por supuesto, una opinión personal y,
permitiéndome una licencia vulgar y hasta grosera, y parafraseando una cita que
escuché no recuerdo en qué película, “las opiniones son como los culos. Todo el
mundo tiene”.
Sí me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre un fenómeno
que considero relevante, y que tiene que ver con lo que podríamos llamar “endogamia
literaria”.
Me refiero a esa literatura escrita, por un lado, según unos
esquemas y parámetros enfocados a contentar y conquistar al colectivo de
críticos literarios, según unos modismos absolutamente sectarios y
minoritarios. Y, en un sentido opuesto, también me guastaría mencionar esa otra
literatura creada según recetas repetidas para tener éxito en los diferentes
certámenes literarios convocados por las editoriales.
Hablaremos ahora del encaje de la literatura clásica en el
aula de primaria.
En primer lugar, no puedo más que reivindicar que hay
excelentes obras escritas para niños, que no deben dejarse de lado, cegados por
el loable deseo de llevar los clásicos a nuestros alumnos.
Sin embargo, a la hora de enfocar las actividades en este
sentido, considero muy interesantes las propuestas que se reflejan en los
apuntes.
El proyecto de aprendizaje, que entiendo como un proyecto
global de investigación y desarrollo centrada en la figura de un autor, una
obra o un movimiento artístico concreto, me parece una herramienta didáctica
muy versátil, adaptable a todos y cada uno de los distintos cursos de primaria,
respetando siempre los hitos evolutivos y las capacidades y aptitudes propias
de cada edad.
En cuanto a la Web-Quest, me gustaría introducir una versión
más lúdica, activa y práctica (esbozada con anterioridad al proponer
actividades relacionadas con el “Lazarillo de Tormes”): la “Gymcana literaria”.
Este término me resulta más cercano y, quizás más gráfico. Me imagino a los
niños recorriendo un entorno en busca de pistas, con su bocata de nocilla en la
mochila y su camiseta de Naranjito, montados en su bici BH (perdón, pero me ha
poseído una especie de “flash-back” ochentero).
Los números monográficos de periódicos escolares también me
parecen muy útiles, pues podemos trabajar las “aptitudes” periodísticas de los
niños, así como fomentar fórmulas de trabajo colaborativo y de reparto y
asunción de roles.
Igualmente me resultan interesantes las jornadas culturales,
ya sean genéricas, temáticas o monográficas; pero, de un modo global, creo que,
si estamos hablando de literatura, creo que nunca hay que olvidar el fomento de
la producción literaria por parte de los niños, ya sea en prosa, verso o en el
género dramático. Y siempre mediante la proposición de ejemplos prácticos
generados por el propio maestro, ya que así, el niño se sentirá más capacitado
para crear sus propias obras.
Además, también me parece positivo el desarrollo de otras
actividades, como pueda ser la creación, cuando se trate de textos antiguos, de
una especie de “bestiario de palabras muy, pero que muy viejas” (o algo
parecido), en el que los niños reflejen lo que, a priori, creen que pueden
significar los términos que no conocen.
Un día te voy a presentar a mi profesor de Teoría de la Literatura y director de tesis, el Dr Villar Dégano, para que discutáis sobre las conceptualizaciones de la literatura, la paraliteratura y la subliteratura (que, como habrás descubierto tú mismo, algunos autores identifican también con la paraliteratura). :D
ResponderEliminarEl artículo es fantástico, como los anteriores.