LITERATURA INFANTIL: ANÁLISIS Y
SELECCIÓN
DEFINICIÓN DE
LITERATURA INFANTIL
Comenzamos el tema definiendo lo que es la literatura
infantil, lo que, a primera vista, parece algo sencillo. Sin embargo, y como se
puede comprobar analizando diversas opiniones sobre el tema, la cosa no está
tan clara.
En primer lugar, tiremos de diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española para definir los dos vocablos que conforman el concepto
tratado:
literatura.
(Del lat. litteratūra).
2. f. Conjunto de las
producciones literarias de una nación, de una época o de un género. La
literatura griega. La literatura del siglo XVI.
3. f. Conjunto de obras
que versan sobre un arte o una ciencia. Literatura médica. Literatura
jurídica.
infantil.
(Del lat. infantīlis).
1. adj. Perteneciente o relativo a la
infancia.
2. adj. Inocente, cándido, inofensivo.
3. adj. Se dice del comportamiento parecido
al del niño en un adulto.
Según estas definiciones, estaríamos hablando de un “arte
que se expresa mediante la lengua perteneciente o relativo a la infancia”. ¿O
sería un “arte inocente, cándido e inofensivo”?
Así podríamos seguir, combinando las distintas acepciones de
los términos hasta no llegar a ninguna conclusión satisfactoria.
Sin embargo, en este caso, y en consonancia con lo reflejado
en el módulo docente, sería más conveniente recurrir a las opiniones al
respecto de algunos autores expertos en el tema:
"En la literatura
infantil se integran todas las manifestaciones y actividades que tienen como
base la palabra con finalidad artística o lúdica que interesen al niño"
(Juan Cervera ,1991).
"Al hablar de
literatura infantil, el peso de la balanza debería recaer en el primer término
de la expresión, en el aspecto estrictamente literario. De lo contrario, si se
comienza a separar terrenos, si se considera que el adjetivo infantil pesa más
que todo lo demás y que escribir para niños es algo totalmente específico,
entonces mal asunto". (Bernardo Atxaga. Alfabeto sobre literatura
infantil, 1999)
“Hay que estudiar su
definición a través de la diversidad de los materiales que son susceptibles de
ser albergados bajo el concepto de literatura infantil:
Los escritos de carácter literario dirigidos al público infantil.
Las obras literarias inicialmente no creadas para los niños, pero de
las que éstos se han ido apropiando.
Las manifestaciones procedentes de la tradición oral y la lírica
popular: cuentos, rimas, adivinanzas, trabalenguas, fórmulas de juego,
retahílas, canciones...
El concepto de la
literatura infantil tiene que ser, por tanto, amplio para no dejar fuera
ninguna de las manifestaciones aludidas. Sin embargo, es necesario establecer
unos límites a esta concepción amplia que vendrán marcados por el componente
literario: no toda publicación para niños/as es literatura”. (Manuel Peña
Muñoz. Alas para la infancia: Fundamentos de Literatura Infantil.
Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1995).
“No es literatura
infantil la que imita grotescamente el mundo de los niños y adolescentes desde
una perspectiva adulta sino la que se adecúa a una etapa del desarrollo humano
sin renunciar a la universalidad de los temas. La adecuación a la infancia no
es negación del arte” (López Tamés, 1989).
“Este concepto impone
algunas reflexiones sobre la intención creadora para no caer en el error de apartar
la literatura infantil de su auténtica condición estética en tanto la
utilización del término literatura infantil como sinónimo de "literatura
para niños" encierra una notoria ambigüedad contemplada desde la
perspectiva de la intencionalidad creadora, con lo que, si se admite la
justicia de tal intencionalidad, es obvio que se requiere un conocimiento
adecuado de la realidad de la infancia, de cuáles son sus intereses dominantes,
de cómo evolucionan sus gustos literarios y sus preferencias y de cómo los
condicionamientos culturales influyen en estos receptores”. (García
Padrino, 1988).
En conclusión, y en palabras de Bernardo Atxaga, la
literatura infantil “está constituida por
un conjunto de libros que tiene unos destinatarios particulares, los niños, y
que, por lo tanto, lo esencial de la literatura infantil, su rasgo definitorio,
es la audiencia a la que se dirige, con lo cual parece importar más el adjetivo
"infantil" que el sustantivo "literatura" en tanto se
alude, más que a la esencia de lo literario, a la intención del escritor —o de
los adultos mediadores en ese proceso de comunicación— de hacer llegar a la
infancia una determinada producción verbal”.
Sin embargo, en mi opinión, todas estas teorías se ven
minimizadas ante el hecho de un niño que coge un libro, lo mira, lo gira, lo
voltea, lo sopesa, escruta sus páginas y, si se siente atraído por él, lo lee
para, una vez leído, si es que no decide antes dejarlo a medias, emite sobre él
un veredicto. Y es este veredicto el verdadero canon para medir y clasificar la
literatura infantil. O, mejor dicho, cualquier clase de literatura.
LITERATURA Y
PARALITERATURA
A tenor de lo expuesto en el módulo docente, la
diferenciación entre literatura y paraliteratura resulta clara y bien
delimitada.
Por un lado tenemos la literatura, que es “el arte que
utiliza las palabras para manifestarse”, y cuyo “objetivo primordial” es “el
arte en sí, la creación de un objeto artístico”.
Por otra parte, tendríamos la paraliteratura, cuya función
principal sería la de moralizar, enseñar o adoctrinar de algún modo.
Esta diferenciación se manifestaría de un modo muy obvio en
los distintos textos destinados a los niños creados o recopilados desde la Edad
Media hasta el siglo XIX. En todos ellos, ya se trate de exemplarios,
cartillas, oraciones, cuentos o fábulas, se expone, sin ningún tipo de “pudor”
por parte de los autores la intención moralizante o didáctica, con lo que la
obra no se presentaría como un objeto artístico en sí, si no como un producto
que se serviría de las formas y las maneras del arte para alcanzar un objetivo
distinto.
Sin embargo, ¿qué sucede si centramos nuestra atención en la
literatura infantil y juvenil actual? ¿Están los límites tan claros y bien
delimitados?
Estos límites sí serían nítidos al distinguir textos de
carácter divulgativo (científico, histórico, etnológico, etc.), historia
novelada (no confundir con literatura histórica, género que contextualiza un
texto literario dentro de un determinado entorno o momento de la historia,
pudiendo aparecer situaciones o personajes reales, pero incluidos en un marco
de ficción), biografías (ya sean de personajes del pasado o actuales) o
cualquier otro subgénero que utilice las herramientas de la ficción para fines
didácticos. Así, podríamos identificar a la literatura con la ficción y a la
paraliteratura con los textos que no lo son.
Sin embargo, algunos expertos, como Gemma Lluch (Profesora
Titular de Universidad del Departament de Filologia Catalana de la Facultat de
Filologia, Traducció i Comunicació de la Universitat de València, Doctora en
Filologia y Premio Extraordinario de Doctorado de la Universitat de València,
colaboradora con el Máster de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil del
Cepli-UCLM, el Máster propio en Lectura, libros y lectores infantiles y
juveniles de la Universidad de Zaragoza y el de Fomento de la Lectura y
Literatura Infantil y Juvenil de la Pontificia Universidad Católica de Chile y
Fundación La Fuente), experta en la cuestión, y que lleva años dedicada al
estudio de la ficción para niños y jóvenes, en su ensayo “Como analizamos
relatos infantiles y juveniles” (Norma Editorial, 2004), va un paso más allá y
califica de paraliteratura a la ficción de carácter “comercial”, en la que se
englobarían sagas del tipo “Harry Potter” y similares. Además, propone una
nueva subcategoría que podría calificarse de paraliteraria a la que denomina
“psicoliteratura”, y en la que los autores crearían ficciones para niños y
jóvenes que promueven códigos de conducta considerados positivos para la
sociedad (en esta categoría incluye a autores tan renombrados como Jordi Sierra
i Fabra).
En ambos casos, creo que se ha ido demasiado lejos. La
calidad literaria de una obra no puede ser una vara de medir que marque los
límites de lo que es o no es literatura. Además, la intención de la editorial
en cuestión (sea la que sea) será, digámoslo sin tapujos, siempre la de obtener
beneficios con la venta de los libros que decida publicar. De este modo, la
apuesta por una obra en función de las posibles previsiones comerciales no ha
de menoscabar el valor artístico de la misma, ya que la intención del autor, en
mi opinión, irá siempre más allá de la meramente mercantilista. Si no, según
las tesis de Lluch, nos encontraríamos con una especie de inquisición literaria
que penalizaría el éxito comercial de una obra. Como ejemplo, podríamos
remitirnos a la segunda parte de “El Quijote”, cuya escritura fue promovida por
motivos comerciales, fundamentados en el éxito de aceptación de la primera
parte de la obra. Y no creo que nos atrevamos a colocar la obra cumbre de
Miguel de Cervantes, y para muchos de la literatura escrita en castellano,
fuera del ámbito de la literatura.
En cuanto al segundo grupo de obras que Lluch considera no
estrictamente literarias, se nos plantea el siguiente dilema: tendríamos que
considerar paraliteratura a todas aquellas obras que no resultaran clara y
meridianamente contestatarias, rompedoras o revolucionarias.
Todo esto me lleva a la siguiente reflexión: ¿Están tan
claras las líneas que separan la literatura de la paraliteratura?
Según la definición que se propone inicialmente, el arte no
puede ser entendido más que como una consecuencia de sí mismo. Tendríamos que
ceñirnos pues a la expresión “el arte por el arte”. Quedarían fuera de las
categorías artísticas todas aquellas producciones creadas o ideadas para
trasmitir un mensaje distinto al meramente estético (ya sea este plástico,
poético, musical, etc.). Siendo así, no podríamos considerar arte al
"Guernica" de Pablo Picasso, ya que la obra fue creada como denuncia
del atroz bombardeo de la localidad vizcaína, ni tampoco podríamos considerar
una obra artística la novela de George Orwell “1984”, que fue escrita para
denunciar la deshumanización y la vileza de la represión y el férreo control
individual que imponía el régimen del dictador soviético Iosif Stalin. Y así
podríamos seguir.
Entonces, ¿qué conclusión podemos sacar de todo esto? Tal
vez que la línea que separa la literatura de la paraliteratura no sea tan clara
ni tan bien delimitada, por lo menos si hemos de aplicar las definiciones de
ambas a la literatura moderna y contemporánea.
GÉNEROS LITERARIOS
Comenzaremos analizando el género teatral. Se nos dice que
le lectura de textos teatrales es más difícil y menos placentera que la de la
prosa. Esto se debe a que la función de
los primeros es la de ser representados, con lo que el lector pierde, o ha de
hacer un esfuerzo suplementario para no perder, los matices de las voces de los
distintos personajes, los silencios, la mímica y la expresión corporal, la
presencia física, tanto de los personajes como de la escenografía; mientras que
la de los segundos se escribieron única y exclusivamente para ser leídos.
Sin embargo, hay un factor, a mí entender determinante,
cuando se ha de analizar la bajísima producción de textos teatrales infantiles:
el mercado.
No es que no se escriba teatro, es que no se publica teatro.
Y esta realidad redunda, lógicamente, en la baja producción de textos.
Y, ¿cuál es la causa de esta baja tasa de publicación? Es
muy sencillo de entender cuando se conoce el mundo editorial: si en un aula,
que es el mercado principal de las editoriales, el maestro decide prescribir un
texto teatral, con la intención de representarlo, muy generalmente se adquiere
un solo ejemplar del mismo, del que se extraerán, fotocopiarán y repartirán los
textos correspondientes a cada uno de los personajes. Así, las ventas son muy
limitadas. Sin embargo, si lo que se prescribe es una obra narrativa, generalmente
cada niño ha de adquirir su propio ejemplar para su lectura individual o
colectiva, por lo que las ventas aumentan considerablemente.
Así, al comprobar los escasos ejemplares vendidos anualmente
de un texto teatral, la política
editorial no puede, dentro de unos criterios estrictamente mercantiles, más que
desestimar o minimizar la publicación de dichos textos.
En cuanto a la poesía, señalar que tiene, si cabe, aún menos
presencia en el mercado editorial y en el aula (si exceptuamos algunos ejemplos
de libros de rimas indicados para niños de hasta seis años de edad).
Y ¿tiene menos presencia en el aula por culpa de la escasa
publicación? ¿O se publica tan poca poesía porque no interesa en el aula?
Digamos que, este es un claro ejemplo de “pescadilla que se muerde la cola”. La
poesía, ya sea para niños o para adultos, es un género minoritario, y mucho más
si hablamos de nuestro país (triste realidad para la tierra que vio nacer a
Lorca, Machado o Alberti). Así, adolecemos de una falta de cultura poética tan
arraigada que no parece posible, al menos a corto plazo, que se lea o se
publique más poesía.
Muy distinto es el tema al hablar de narrativa. Hemos oído
muchísimas veces que se lee poco. Y es bien cierto, si nos comparamos con otros
países, sobre todo del centro y norte de Europa. Sin embargo, ¿qué ocurre si
nos comparamos con nosotros mismos? En mi opinión, y puedo afirmar que es una
opinión contrastada a través de más de quince años de experiencia, se lee mucho
más ahora que hace, digamos, treinta años. Y esta afirmación, cuando se habla
de literatura infantil, es mucho más categórica. Las bibliotecas personales de
los niños son una realidad habitual en nuestras casas, así como las secciones
de literatura infantil de las bibliotecas públicas y de las librerías y grandes
superficies. Esto, en gran parte, hay que agradecérselo a la labor de algunas
editoriales que, si bien por intereses particulares, decidieron invertir en
literatura infantil y juvenil, en su mayor parte de calidad, y enfocada hacia
los gustos, intereses y momento evolutivo del niño, creando una amplia y
variada producción y facilitando al gran público el acceso a la misma.
CÓMO ELEGIR UN LIBRO
INFANTIL
A la hora de plantearnos como elegir un libro infantil, y
después de mucho "bucear" por la red, he encontrado un artículo
publicado por el experto en literatura infantil Kepa Osoro en la web de la
Fundación Germán Sánchez Ruipérez que me gustaría compartir con vosotros.
El artículo ofrece diversas consideraciones sobre la
selección de libros en una biblioteca escolar. Subraya que es importante tener
en cuenta la calidad literaria del texto y el tipo de ilustraciones. En cuanto
a los personajes, deben ser apasionantes, desenvolverse en ambientes
verosímiles y utilizar un lenguaje adecuado a la edad del lector. Es
conveniente que la temática sea variada. El autor insiste en la necesidad de
considerar la edad del lector y ofrece una serie de orientaciones. Por último,
incluye un listado con algunas fuentes de información.
De todos modos, me gustaría incluir el artículo de Osoro
íntegro, ya que su opinión de experto puede resultar interesante para todos:
Dentro del proceso de
organización de una biblioteca uno de los problemas principales con los que se
enfrenta el bibliotecario es la selección de los fondos. A continuación vamos a
exponer algunas consideraciones generales que deben tenerse en cuenta, aunque
pueden resumirse en tres ingredientes: rigor, conocimiento de los destinatarios
y trabajo en equipo.
Los maestros y bibliotecarios ofrecerán a los niños libros que
estimulen su imaginación y su creatividad; despierten y desarrollen su
sensibilidad y ayuden a entender los sentimientos; provoquen la reflexión y el
sentido crítico; les ayuden a conocerse a sí mismos y al mundo que les rodea;
les abran nuevos horizontes y despierten aficiones e intereses hacia nuevas
parcelas de la vida cultural, social, artística, etc.; estimulen la confianza
en sí mismos y en el futuro; les potencien la capacidad de pensar; favorezcan
actitudes de tolerancia, respeto y solidaridad; sean divertidos y estimulantes;
y tengan calidad literaria: por su lenguaje, su contenido y su formato.
Algunas consideraciones para seleccionar los libros
1. Información y formación
El maestro debe tener inquietud por formarse e informarse sobre los
géneros, temáticas, autores de prestigio y principales colecciones de la
Literatura Infantil.
2. Calidad literaria del
texto
El libro elegido ha de ayudar a desarrollar el gusto estético,
estimular la afición por la lectura y el descubrimiento y fomentar la
creatividad.
3. Calidad de las imágenes
La parte gráfica del libro ha de despertar la imaginación para lo cual
se han de ofrecer variedad de técnicas y estilos para enriquecer la
sensibilidad del lector. Se buscará la armonía de las ilustraciones con el
relato: ¿lo complementa?, ¿lo enriquece?, ¿entorpece su interpretación? Las
imágenes han de poseer carácter narrativo propio y cada una habrá de estar acorde
con el contenido de la página. Habrá de existir proporción entre texto e
imagen, en función de la edad.
4. Personajes
Han de ser apasionantes, bien caracterizados psicológicamente, con los
que sea apetecible identificarse y que impacten al lector por sus actitudes y
sentimientos, más que por sus acciones.
5. Ambientes
Sean reales o fantásticos, habrán de ser siempre verosímiles y
convincentes.
6. ¿Descripción, narración,
diálogos...?
Aunque con la edad la proporción aumentará, los textos tendrán más
acción que descripción, y los diálogos serán frecuentes para incrementar la
agilidad y amenidad.
7. Lenguaje
El lenguaje será enriquecedor y se adecuará al nivel comprensivo y
madurativo de cada lector. Se jugará con los dobles sentidos, juegos de
palabras y demás recursos creativos para potenciar el humor.
8. Temática
Se ofrecerá a los niños un abanico lo más amplio y variado de temas y
planteamientos, tanto en los argumentos como en los conflictos a los que se
enfrentan los protagonistas, valorando la verosimilitud y la honestidad con que
se trate el tema. Se valorará especialmente la sensibilidad y delicadeza con
que se traten temas como la muerte, el aborto, el divorcio, la violencia
doméstica, las drogas o el sexo.
9. Géneros
También aquí se buscará la variedad, huyendo del tópico encasillamiento
de las lecturas infantiles en el género narrativo. El teatro, la poesía, el
ensayo, el cómic y los libros informativos estarán presentes de modo
equilibrado en nuestra selección.
10. Aspectos formales
Es fundamental tener en cuenta los aspectos externos del libro: diseño
de la cubierta, tipografía (tipos y tamaños de letras), papel (calidad,
textura, tintura), encuadernación, maquetación, ilustraciones, prólogos,
notas...
11. Rigor científico,
objetividad y actualidad del contenido
En las obras de referencia, consulta y documentales, pero también en
los libros de imaginación o creación.
12. Criterios subjetivos
Es inevitable y aconsejable aplicar criterios personales en la selección.
Pero sólo serán aceptables aquellos que deriven de una lectura personal y
crítica, que tengan en cuenta a los destinatarios de cada libro y que huyan de
planteamientos partidistas o moralizantes, lo cual no significa que haya que
desoír criterios morales o ideológicos.
De un modo u otro, el libro que seleccionemos nos ha tenido que
«tocar», es decir, nos ha tenido que impactar porque nos interpela, nos hace
replantear criterios personales, nos conmueve, nos sorprende, nos aporta
conocimientos o enfoques novedosos, etc.
Conviene articular mecanismos organizativos y didácticos para formar en
los propios lectores infantiles y juveniles criterios de crítica y selección, y
una vez consolidados, favorecer su intervención en la elección definitiva y en
la recomendación de lecturas a otros lectores. La selección se realizará
siempre desde un grupo de análisis, y habrá que contrastar los criterios
personales con los de los demás y afinarlos con la consulta de las diversas
fuentes de selección que comentamos más adelante.
13. El destinatario
La edad del lector hay que tenerla en cuenta, pero nunca como criterio
definitivo, pues es más importante valorar su momento evolutivo desde el punto
de vista psicológico, sus gustos, su historial lector (los itinerarios de
lectura que ha seguido hasta ese momento) y su nivel de conocimiento y manejo
de las diferentes estrategias de comprensión lectora.
14. «Cada edad tiene su aquél »
a. De 0 a 18 meses
Predominarán las ilustraciones que serán coloristas y estimulantes y
favorecerán la interacción niño/adulto. Historias con un texto mínimo.
Fotografías de objetos familiares permitirán al niño conectar lo impreso y el
mundo real. Los libros serán de cartón resistente y seguro (con bordes
redondeados), pero también de plástico, madera, o distintos tipos de tejidos.
Su tamaño permitirá que el niño los sostenga solo y pueda pasar las páginas. Se
incluirán sonidos y un tacto cálido y variado.
b. De 18 meses a 3 años
Ilustraciones sugerentes y fotos para mirar y hablar con el adulto.
Poesías, canciones y juegos acumulativos para repetir. Textos mínimos apoyados
en una pequeña historia narrada en imágenes (o pictogramas) e historias para
ocasiones especiales (cambio de pañales a orinal, nacimiento de hermano, caída
del primer diente...). Acción dinámica y ágil. Lenguaje claro y de calidad pero
no ñoño. Proporción texto/imagen. Las imágenes de objetos cotidianos con un
texto repetitivo permiten iniciar el desarrollo de las habilidades de lectura.
Variedad de formatos, tamaños y propuestas gráficas que aumenten su interés por
descubrir el mundo de los libros.
c. De 3 a 5 años
Historias que les diviertan expresadas con sencillez, no por ello
triviales ni pobres. Debe hablarse con los niños de casi todo, aunque es muy importante
la forma en que uno se exprese, para que ellos escuchen sin perder la atención.
Libros de poemas para recitar con el niño y que éste pueda memorizar.
d. De 6 a 8 años
Historias de animales domésticos que hablan, cuentos maravillosos,
máquinas personificadas, ambiente familiar (hogar, escuela, juego...) y humor.
Han de evitarse siempre las reflexiones que el niño no pueda entender, la
crueldad y el terror, el sentimentalismo (sensibilidad, no sensiblería), la
metáfora pura (no la comprende) y las descripciones minuciosas
El contenido será adecuado a la edad del niño y a sus intereses. Con
argumento, suspense y aventura. Debe haber continuidad de acciones o de
movimientos. Pocos personajes, para no desviar la atención del niño. Escrito en
estilo directo, con diálogos frecuentes. Onomatopeyas de animales o de acciones
o movimientos. Desenlace rápido y siempre feliz. No muy largos, comprensibles y
convincentes. Impregnados de alegría y buen humor. Serán atractivos
visualmente. Las ilustraciones –preferiblemente en color– deben estar
sincronizadas con el texto para reforzar la comprensión.
e. De 9 a 11 años
Al mejorar la competencia lectora, le interesan los personajes con
problemas como los suyos y las aventuras de pandillas, en las que se proyecta.
Aunque también busca misterio, cuentos fantásticos y clásicos, biografías,
deportes y juegos, pueblos lejanos, humor, animales reales o fantásticos,
inventos, ciencia y experimentos para niños.
Hay que evitar moralejas. Acción, ambiente y caracteres vigorosos y
dinámicos. No deben dejar en el niño dudas irresolubles. Frases no demasiado
largas ni complejas. Tipografía de tamaño intermedio. Ilustraciones acordes al
contenido del libro. Resumen del contenido en la contracubierta.
f. A partir de los 11 años
Se inicia el desarrollo de la conciencia social por lo que busca
argumentos que contengan problemas humanos –sociales o políticos– y alterna las
lecturas intimistas con la acción y la aventura.
g. Desde los 14 años
Se perfilan los itinerarios individuales de lectura que el joven jalona
de aquellos libros que le permitan reafirmar su personalidad. El adolescente
necesita modelos, espejos en los que reflejarse, ídolos con los que
identificarse y que le ayuden a desinhibirse, a descargar adrenalina y en quien
poder verter sus confidencias más íntimas. En la narrativa buscará soluciones a
sus conflictos y respuestas a sus anhelos e interrogantes. Los temas
problemáticos –drogas, paro, delincuencia, sexo– son un tabú para su entorno
familiar y por eso bucea en busca de novelas que traten estas situaciones desde
perspectivas realistas y asépticas.
Algunas fuentes de información para seleccionar
Las fuentes de información más frecuentes son:
· Bibliografías y guías
de lectura de distintas instituciones (destacan las del Centro Internacional
del Libro Infantil de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez).
· Reseñas y críticas
literarias sobre libros publicadas en prensa.
· Obras recomendadas en
manuales de Literatura Infantil.
· Recomendaciones de
colegas que han experimentado la reacción de los lectores.
· Sugerencias de los
títulos más vendidos en librerías especializadas.
· Opiniones de los
propios lectores (mediante termómetros de lectura o recomendaciones recogidas
en un boletín informativo de la biblioteca escolar).
· Biblioteca Pública.
· Seminarios de Lectura y
Literatura Infantil.
· Revistas especializadas
(CLIJ, Peonza, Educación y Biblioteca, Lazarillo, Babar, Primeras Noticias,
Fadamorgana, Kukuluma, Faristol).
· Catálogos editoriales
(para usarlos sólo como una orientación).
Conclusiones
Resulta evidente, tras lo expuesto hasta aquí, que la selección es un
proceso complejo y de gran trascendencia a la hora de dotar una biblioteca de
aula o escolar porque en él está en juego la cimentación de los hábitos
lectores. Por eso insistimos en la necesidad de conocer profunda e
individualmente a los niños y jóvenes, para lo cual debemos escucharles en
busca de las claves que nos permitan afinar en nuestras recomendaciones
–siempre exquisitamente respetuosas– de lectura y en nuestra selección, que
inexcusablemente habrá de ser realizada por un equipo multidisciplinar y
comprometido.
Conozcamos los libros y demás materiales de lectura, desconfiemos de
los listados de libros «ideales», perfectos para todos y cuya «no lectura» es
casi un sacrilegio. Confiemos en la vista, en la intuición, pero vayamos más
allá, no seamos frívolos adquiriendo
libros solo porque son bonitos.
Kepa Osoro
También he encontrado una pequeña guía con indicaciones para
la elección de un libro infantil publicada en la web www.literaturasm.com que
me parece interesante:
Pautas para escoger las lecturas de nuestros hijos
¿En qué te fijas cuando vas a comprar un libro para un niño?
¿En lo que te gusta a ti? ¿En los gustos de él? ¿En los años que tiene? ¿En el
contenido del libro? Te damos pautas para que la elección sea la acertada en
función de la edad del lector.
Inculcar el gusto por la lectura a los más pequeños es uno
de los retos a los que se enfrentan muchos padres y educadores. En nuestros
días, en los que leer compite con otros medios de entretenimiento como la
televisión, el ordenador o la videoconsola, no es tarea fácil en demasiadas ocasiones.
A la hora de elegir una lectura adecuada para un niño hay
que plantearse tres cosas que, aunque obvias, muchas veces no tenemos en
cuenta:
Los gustos del niño: ¿qué le gustaría leer a ese niño
determinado? Él no es nosotros y, por tanto, no tiene por qué gustarle los
mismos temas, ni su infancia es similar a la que nosotros vivimos.
Gustaría / Debería: aunque parecido al anterior, muchas
veces desestimamos un libro porque consideramos que "deberían" leer
otra cosa. Al igual que los adultos, ellos también prefieren leer por diversión
y para evadirse de sus obligaciones diarias.
Participar de la selección: que el niño se involucre en la
búsqueda de un libro, ya sea en una biblioteca o en una librería, hará que se
sienta más motivado a la hora de leer. Hay que tener en cuenta su criterio y
también saber aconsejarle para que vaya afinando a la hora de elegir, sin
olvidar que una cosa es aconsejar y otra bien distinta imponer.
No hay nada como dar ejemplo con actitudes y comportamientos
adecuados a la hora de educar a un niño. Pues bien, en el caso de la lectura
ocurre igual. Un niño que ve a sus padres leer a menudo o que comparte buenos
ratos con ellos mientras le leen un cuento, probablemente se sienta más
interesado por los libros que aquel que solo entra en contacto con la lectura
en el colegio y por obligación.
Además de los gustos e intereses del niño, debemos tener en
cuenta su destreza y sus capacidades como lector, sus lecturas previas, así
como su edad. Los libros infantiles se dividen en lecturas recomendables por
rangos de edad que facilitan la elección.
Es importante ofrecer variedad de temas, géneros y formatos,
así como que el libro evite prejuicios y estereotipos estériles. El contenido
ha de ser atractivo, interesante y adecuado para él, procurando que los
elementos del argumento sean fácilmente comprensibles, con ilustraciones
acordes y enriquecedoras del texto, con un vocabulario rico y adaptado a sus
años, atendiendo a la calidad de la traducción, y también a los aspectos
gráficos y materiales de la presentación de la obra (calidad del papel y de la
encuadernación, tipo y tamaño de la letra, legibilidad, peso y tamaño...).
La cubierta y contracubierta del libro ofrecen datos útiles
como el tema, los personajes o los libros con los que se relaciona. El índice
informa sobre la trama y el estilo de la obra, en tanto que un vistazo a la
primera página o a la última página nos dirá si el libro puede o no interesar a
nuestro lector en potencia, el niño.
No debemos olvidar que hay un libro para cada lector y un
libro adecuado para cada momento.
Me ha encantado el artículo, es una gozada leerte. Perfecto.
ResponderEliminarPor cierto, la mejor definición de literatura es la de María Moliner, aquella mujer que amó tanto la lengua española :)